Crítica | ‘Barry Seal: El traficante’ (2017)

Tom Cruise entre la CIA y los Narcos.

Desde que trabajó por primera vez con Doug Liman en Al filo del mañana’ (2014), Tom Cruise parece haberse encariñado de personajes con un punto bribón –la lamentable ‘La Momia’ (Alex Kurtzman, 2017), no fue una excepción–.

Ambientada en el final de los 70 y principio de los 80, la película nos narra la historia de Barry Seal (Tom Cruise), un piloto comercial que es reclutado por la CIA para sobrevolar las bases de las guerrillas sandinistas. Sus itinerarios hacen que eventualmente entre en contacto con el cartel de Medellín. Barry aprovecha la inteligencia de la CIA para esquivar los controles gubernamentales para traficar con cocaína. Sin quererlo ni beberlo, Barry se enreda en una masiva operación de tráfico de drogas, armas y guerrilleros del Contra.

Barry Seal: El traficante‘ nos ofrece una película que hemos visto antes: el ascenso de un personaje involucrado en negocios ilegales. En ese sentido recuerda en cuanto a contenido y tono a ese género perfeccionado y prácticamente monopolizado por Martin Scorsese.

El personaje rompe la cuarta pared para hablar al espectador directamente, a pesar de que en este caso está justificado con cierta elegancia. Barry, a modo de confesión desvergonzada, se jacta de su carrera como traficante y activo de la CIA. El protagonista no es tan abiertamente amoral como Jordan Belfort en ‘El lobo de Wall Street’ (Martin Scorsese, 2013). Se va encontrando en situaciones comprometidas de las que tiene que salir. A diferencia de los anti-héroes de Scorsese, Barry Seal sólo quiere sobrevivir y, a ser posible, prosperar.

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Uno de los elementos más poderosos del film es su punto de denuncia. Sin ser tan crítica ni abrasiva como ‘El Señor de la guerra’ (Andrew Niccol, 2005), Barry Seal expone la hipocresía de la política exterior americana durante la Guerra Fría. El cinismo del protagonista palidece en comparación con la falta de escrúpulos de la CIA, representada en el personaje del agente Schafer (interpretado por el siempre genial Domhall Gleeson). Barry es un hombre que sólo busca prosperar bajo la sombra de los oscuros tejemanejes de la guerra secreta contra los movimientos de izquierda de Latinoamérica y del Cartel de Medellín.

Sin embargo, la parte crítica del film no distrae de su vocación de entretenimiento puro. El ritmo y el humor no decaen en ningún momento.

Se le puede criticar que la película carece de la precisión expresiva de Scorsese. A veces su montaje es seco, sus movimientos de cámara bruscos y la fotografía oscila entre lo retro y lo naturalista, sin tener una unidad clara. Estéticamente recuerda más a ‘Asesinos natos‘ (1994) y al estilo más punk de Oliver Stone. Sin embargo, personalmente digerí ese estilo caótico como un descaro por parte del director que estaba en sintonía con el personaje protagonista.

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Aunque no es del gusto de todos, Cruise nos ofrece una interpretación magnética y un personaje que está en el filo entre el jeta y el hombre que quiere mantener a su familia; entre héroe y payaso; entre pelele y truhán. Personalmente, esta vertiente de Cruise, en la que no se toma tan en serio a sí mismo, me gusta más que sus personajes de héroe tradicional. Tal vez hubiera sido interesante que el personaje interpretado por Sarah Wright tuviera algo más de miga. Aunque subvierte algunas expectaciones y clichés, no deja de ser un personaje bidimensional.

Barry Seal: El traficante‘ ofrece entretenimiento cañero con chicha. Una deconstrucción del sueño americano que flirtea con las fantasías de éxito en un adrenalínico viaje al lado oscuro. 

Valoración:

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Lego Batman satisfecho

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